DANBÚ EL PINGUINO MAGO
La magia de Dambú era especial, poseía extraños poderes que otros magos no habían podido descifrar y qué él con todo el amor que poseía no escatimaba en ponerlos al servicio de su comunidad cuando tenía la más mínima oportunidad. Todos lo querían, sobre todo los niños a quienes les enseñaba alegremente las diversas artes que durante sus muchos viajes al mundo conocido y desconocido había aprendido junto a su padre. Su padre, el gran mago Orcot, el más respetado de la Comarca y del cual había heredado muchos de sus talentos estaba muy orgulloso de él al igual que Asún, su sabia madre, la consejera mayor que disfrutaba con cada una de sus bellas acciones. Todo era felicidad en Ezarat, la comarca donde vivían los más expertos magos del universo hasta que un día... Cuentan que Dambú, mientras practicaba diversos números de magia, solo, en su cuarto biblioteca, se hizo de pronto muy pequeñito, tan pequeñito hasta casi desaparecer, perdiendo además la voz. Por varios días nadie lo encontraba, sus padres lo buscaron por toda la casa y sufrían porque no entendían que había sucedido con su amado pinguinito. Lo buscaron por toda la comarca, preguntaron a todos sus amigos de diversas partes del mundo si Danbú se encontraba con ellos. Hasta los animales y plantas fueron interrogados, pero nadie sabía que había pasado. Recurrieron a los más antiguos libros de magia para encontrar una respuesta y nada. Los más eximios magos no podían ayudar al gran Mago y a Asún. Todo era muy extraño. Fue entonces que cada uno decidió buscar por su lado porque cada uno tenía una hipótesis diferente de lo que había sucedido pero nadie logro nada. Luego de muchas semanas de búsqueda infructuosa, Orcot reunió nuevamente a todos lo magos de la comarca para viajar a Ansad, la isla donde se retiraban los mejores magos de todo el universo para encontrar soluciones a los diversos problemas del universo, esta vez en busca de la solución a la desaparición de su hijo, quien era muy importante para todos en la comunidad pues debido a sus diversas habilidades y carisma era el gran maestro, el guía y el héroe de los más pequeños. Sus alumnos desde el día que no apareció más, lloraban desde que despertaban y sus lágrimas se convertían en brillantes con los que adornaban las ventanas, lloraban y lloraban porque además de su profesor era su mago favorito y su mejor amigo, y ahora ya no estaba para hacerlos reír con sus fabulosas presentaciones,. Todos amaban ir a la escuela desde que Danbú enseñaba porque aprendían muchas cosas tan fácilmente y no porque Danbú lo sabía todo sino porque que cuando no sabía algo, con ellos se ponía a indagar las respuestas y así aprendían juntos de innumerables maneras. Danbú se había convertido sin querer en el ideal de los pinguinitos más pequeños que siempre le daban muestra de sincero cariño sin cesar a través de un dibujo, una carta o cualquier regalo especial como el dado escarchado que le trajo su alumna Amila cuando cumplió el primer mes de clase con él. Lo querían todo y él también los quería. Cuando recordaban a Danbú habían mezclas de tristeza y mezclas de alegría. Un día cuando todos casi ya perdían las esperanzas de encontrarlo, su madre vio en su cuarto, que dentro de una cajita del color del mar debajo de su cama, brotaba una hermosa planta con 12 flores de distinto tipo y color. Era bella cajita en la que nadie había reparado durante tantos días en la búsqueda del Maguito. Era hermosa, su color daba paz. Y ni que decir de la plantita, pero ¿de dónde pudeo haber salido?, ¿Quién la habría sembrado? ¡Era tan hermosa! Cada flor tenía un color distinto y peculiar y cada vez que se la volvía a mirar cambiaba de color. Parecía que había sido regada cuidadosa y diariamente, ¿Pero por quién? ¿Con qué? ¿Por qué?. ¿Había nacido de la nada? Nunca habían visto nada igual en toda la existencia del universo. Nadie lo pudo explicar más aun sabiendo que nadie más que Orcoy y Asún vivían en ese mágico hogar. Asún, la madre de Danbú, un día en el que no dejó de llorar por horas, decidió sacar la tierna plantita al pequeño huerto familiar y la caja de donde había emergido aquella plantita tan bella decidió usarla para guardar todas las cartas, dibujos y regalos tan hermosos y puros que los pinguinitos le hacían a Danbú cada día esperando su retorno, porque ellos no aceptaban que no apareciese su maestro y amigo un día cercano. Unos decían que había logrado viajar a otra dimensión. Otros que se fue a la luna Lo cierto es que se crearon muchas historias alrededor de su desaparición y cada una más fantástica que la otra. Y así pasaba el tiempo y cada vez que su madre llenaba de regalos, dibujos y cartas, la caja marina del turquesa más bello que puede existir, en donde creció aquella plantita especial que crecía en el huerto, esta crecía un milímetro más sin que ella se diera cuenta, pues desde el día que desapareció su hijo no pensaba casi en otra cosa más que encontrarlo y abrazarlo como siempre lo había hecho. Sin embargo por un extraño motivo cada vez que abría la cajita sentía un aroma especial y distinto y se ponía a pensar en todo lo que había vivido con su pequeño Danbú y una sonrisa inmensa asomaba a su rostro y sentía cierta paz. Parecía escucharlo a veces, llamarla ¡Mamáaaaaaaaaaaaa! Luego de mucho tiempo, los magos elegidos volvieron de Ansad, todos los pinguinos de Ezarat estaban en la puerta del gran umbral principal de la comarca, emocionados, esperando las noticias que habían traído de aquel mágico lugar o a Danbú viniendo con ellos, pero al ver los rostros de los magos entendieron que en el viaje no habían logrado su cometido. Los rostros de todos se bañaron de lágrimas vivaces y luego cada uno decidió que debían continuar su camino con honor, en memoria del gran maestro y amigo que algún día volvería. Los años pasaron y los pinguinos pequeños crecieron y decidieron también hacerse magos y enseñar lo que Danbú les había enseñado con tanto amor y pasión. Las clases la daban en el cuarto de Danbú, que se había convertido en una especie de museo con las pertenencias del recordado pinguino que había desaparecido haciendo números de magia un día que ya no querían recordar, los maestros eran de otras comarcas vecinas y habían sido seleccionados por ser lo mejores de cada una de ellas. Todo continuaba aparentemente normal, hasta que luego de unos meses los magos se juntaron otra vez, esta vez para celebrar el cumpleaños de Danbú, invitaron para esa ocasión especial a todos los niños de la escuela y los padres y pasaron horas contándose anécdotas y recordando los números de magia favoritos de Danbú y ya casi para finalizar y antes de cantar el feliz cumpleaños Asún, la madre de Danbú y consejera mayor de la comarca trajo la bella cajita que encontró en el cuarto de su hijo para seguir llenándola de todos los presentes de sus queridos alumnitos y fue así que empezó a sacar una a una cada carta y cada regalo que por años habían traído a su hijo, frente a una enorme fotografía que adornaba la pared del ahora salón de magia. Se pasaron horas y horas revisando todo hasta que luego de leer la última carta, la ultima oración, la última palabra, la última letra y ver el punto final, vieron que el punto se movía, se movía, se movía y saltaba sin parar. Verú y Anjú, los mejores amigos de Danbú se fijaron extrañadísimos pero no entendían que estaba pasando hasta que le dijeron a Orcot que había salido a recibir a más invitados lo que sucedía. Entonces el gran Mago sintió latir muy fuerte su corazón y sacó raúdamente de su sombrero mágico la poderosa lupa dorada que le había heredado su padre. La colocó sobre el punto y al iluminarlo con la luz de la luna creciente pudo ver que el punto final no era un punto al final en la carta. ¡No! ¡No era un punto final! No era un punto lo que se movía y la carta allí no terminaba, continuaba, pero no leyó más, abrió los ojos tan grandes como dos soles rojos y gritó, grito desesperado ¡Danbú! ¡Danbú! y Danbú debajo de la lupa saltaba agitando sus brazos, riendo, feliz, porque al fin y sin necesidad de magia alguna sino solo con amor y más unidos que nunca, todos reunidos por fin, por fin podían verlo. Nunca estuvo lejos, siempre estuvo allí entre cartas, dibujos y obsequios, creando nuevos y fantásticos números de magia, en secreto. Ahora era momento volver y crecer, crecer y crecer...
Autora: Ketty Maritza Gómez Alarcón
Peruana.
La magia de Dambú era especial, poseía extraños poderes que otros magos no habían podido descifrar y qué él con todo el amor que poseía no escatimaba en ponerlos al servicio de su comunidad cuando tenía la más mínima oportunidad. Todos lo querían, sobre todo los niños a quienes les enseñaba alegremente las diversas artes que durante sus muchos viajes al mundo conocido y desconocido había aprendido junto a su padre. Su padre, el gran mago Orcot, el más respetado de la Comarca y del cual había heredado muchos de sus talentos estaba muy orgulloso de él al igual que Asún, su sabia madre, la consejera mayor que disfrutaba con cada una de sus bellas acciones. Todo era felicidad en Ezarat, la comarca donde vivían los más expertos magos del universo hasta que un día... Cuentan que Dambú, mientras practicaba diversos números de magia, solo, en su cuarto biblioteca, se hizo de pronto muy pequeñito, tan pequeñito hasta casi desaparecer, perdiendo además la voz. Por varios días nadie lo encontraba, sus padres lo buscaron por toda la casa y sufrían porque no entendían que había sucedido con su amado pinguinito. Lo buscaron por toda la comarca, preguntaron a todos sus amigos de diversas partes del mundo si Danbú se encontraba con ellos. Hasta los animales y plantas fueron interrogados, pero nadie sabía que había pasado. Recurrieron a los más antiguos libros de magia para encontrar una respuesta y nada. Los más eximios magos no podían ayudar al gran Mago y a Asún. Todo era muy extraño. Fue entonces que cada uno decidió buscar por su lado porque cada uno tenía una hipótesis diferente de lo que había sucedido pero nadie logro nada. Luego de muchas semanas de búsqueda infructuosa, Orcot reunió nuevamente a todos lo magos de la comarca para viajar a Ansad, la isla donde se retiraban los mejores magos de todo el universo para encontrar soluciones a los diversos problemas del universo, esta vez en busca de la solución a la desaparición de su hijo, quien era muy importante para todos en la comunidad pues debido a sus diversas habilidades y carisma era el gran maestro, el guía y el héroe de los más pequeños. Sus alumnos desde el día que no apareció más, lloraban desde que despertaban y sus lágrimas se convertían en brillantes con los que adornaban las ventanas, lloraban y lloraban porque además de su profesor era su mago favorito y su mejor amigo, y ahora ya no estaba para hacerlos reír con sus fabulosas presentaciones,. Todos amaban ir a la escuela desde que Danbú enseñaba porque aprendían muchas cosas tan fácilmente y no porque Danbú lo sabía todo sino porque que cuando no sabía algo, con ellos se ponía a indagar las respuestas y así aprendían juntos de innumerables maneras. Danbú se había convertido sin querer en el ideal de los pinguinitos más pequeños que siempre le daban muestra de sincero cariño sin cesar a través de un dibujo, una carta o cualquier regalo especial como el dado escarchado que le trajo su alumna Amila cuando cumplió el primer mes de clase con él. Lo querían todo y él también los quería. Cuando recordaban a Danbú habían mezclas de tristeza y mezclas de alegría. Un día cuando todos casi ya perdían las esperanzas de encontrarlo, su madre vio en su cuarto, que dentro de una cajita del color del mar debajo de su cama, brotaba una hermosa planta con 12 flores de distinto tipo y color. Era bella cajita en la que nadie había reparado durante tantos días en la búsqueda del Maguito. Era hermosa, su color daba paz. Y ni que decir de la plantita, pero ¿de dónde pudeo haber salido?, ¿Quién la habría sembrado? ¡Era tan hermosa! Cada flor tenía un color distinto y peculiar y cada vez que se la volvía a mirar cambiaba de color. Parecía que había sido regada cuidadosa y diariamente, ¿Pero por quién? ¿Con qué? ¿Por qué?. ¿Había nacido de la nada? Nunca habían visto nada igual en toda la existencia del universo. Nadie lo pudo explicar más aun sabiendo que nadie más que Orcoy y Asún vivían en ese mágico hogar. Asún, la madre de Danbú, un día en el que no dejó de llorar por horas, decidió sacar la tierna plantita al pequeño huerto familiar y la caja de donde había emergido aquella plantita tan bella decidió usarla para guardar todas las cartas, dibujos y regalos tan hermosos y puros que los pinguinitos le hacían a Danbú cada día esperando su retorno, porque ellos no aceptaban que no apareciese su maestro y amigo un día cercano. Unos decían que había logrado viajar a otra dimensión. Otros que se fue a la luna Lo cierto es que se crearon muchas historias alrededor de su desaparición y cada una más fantástica que la otra. Y así pasaba el tiempo y cada vez que su madre llenaba de regalos, dibujos y cartas, la caja marina del turquesa más bello que puede existir, en donde creció aquella plantita especial que crecía en el huerto, esta crecía un milímetro más sin que ella se diera cuenta, pues desde el día que desapareció su hijo no pensaba casi en otra cosa más que encontrarlo y abrazarlo como siempre lo había hecho. Sin embargo por un extraño motivo cada vez que abría la cajita sentía un aroma especial y distinto y se ponía a pensar en todo lo que había vivido con su pequeño Danbú y una sonrisa inmensa asomaba a su rostro y sentía cierta paz. Parecía escucharlo a veces, llamarla ¡Mamáaaaaaaaaaaaa! Luego de mucho tiempo, los magos elegidos volvieron de Ansad, todos los pinguinos de Ezarat estaban en la puerta del gran umbral principal de la comarca, emocionados, esperando las noticias que habían traído de aquel mágico lugar o a Danbú viniendo con ellos, pero al ver los rostros de los magos entendieron que en el viaje no habían logrado su cometido. Los rostros de todos se bañaron de lágrimas vivaces y luego cada uno decidió que debían continuar su camino con honor, en memoria del gran maestro y amigo que algún día volvería. Los años pasaron y los pinguinos pequeños crecieron y decidieron también hacerse magos y enseñar lo que Danbú les había enseñado con tanto amor y pasión. Las clases la daban en el cuarto de Danbú, que se había convertido en una especie de museo con las pertenencias del recordado pinguino que había desaparecido haciendo números de magia un día que ya no querían recordar, los maestros eran de otras comarcas vecinas y habían sido seleccionados por ser lo mejores de cada una de ellas. Todo continuaba aparentemente normal, hasta que luego de unos meses los magos se juntaron otra vez, esta vez para celebrar el cumpleaños de Danbú, invitaron para esa ocasión especial a todos los niños de la escuela y los padres y pasaron horas contándose anécdotas y recordando los números de magia favoritos de Danbú y ya casi para finalizar y antes de cantar el feliz cumpleaños Asún, la madre de Danbú y consejera mayor de la comarca trajo la bella cajita que encontró en el cuarto de su hijo para seguir llenándola de todos los presentes de sus queridos alumnitos y fue así que empezó a sacar una a una cada carta y cada regalo que por años habían traído a su hijo, frente a una enorme fotografía que adornaba la pared del ahora salón de magia. Se pasaron horas y horas revisando todo hasta que luego de leer la última carta, la ultima oración, la última palabra, la última letra y ver el punto final, vieron que el punto se movía, se movía, se movía y saltaba sin parar. Verú y Anjú, los mejores amigos de Danbú se fijaron extrañadísimos pero no entendían que estaba pasando hasta que le dijeron a Orcot que había salido a recibir a más invitados lo que sucedía. Entonces el gran Mago sintió latir muy fuerte su corazón y sacó raúdamente de su sombrero mágico la poderosa lupa dorada que le había heredado su padre. La colocó sobre el punto y al iluminarlo con la luz de la luna creciente pudo ver que el punto final no era un punto al final en la carta. ¡No! ¡No era un punto final! No era un punto lo que se movía y la carta allí no terminaba, continuaba, pero no leyó más, abrió los ojos tan grandes como dos soles rojos y gritó, grito desesperado ¡Danbú! ¡Danbú! y Danbú debajo de la lupa saltaba agitando sus brazos, riendo, feliz, porque al fin y sin necesidad de magia alguna sino solo con amor y más unidos que nunca, todos reunidos por fin, por fin podían verlo. Nunca estuvo lejos, siempre estuvo allí entre cartas, dibujos y obsequios, creando nuevos y fantásticos números de magia, en secreto. Ahora era momento volver y crecer, crecer y crecer...
Autora: Ketty Maritza Gómez Alarcón
Peruana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario