martes, 13 de octubre de 2020

DANBÚ EL PINGUINO MAGO DE EZARAT

                                                             DANBÚ EL PINGUINO MAGO


La magia de Dambú era especial, poseía extraños poderes que otros magos no habían podido descifrar y qué él con todo el amor que poseía no escatimaba en ponerlos al servicio de su comunidad cuando tenía la más mínima oportunidad. Todos lo querían, sobre todo los niños a quienes les enseñaba alegremente las diversas artes que durante sus muchos viajes al mundo conocido y desconocido había aprendido junto a su padre. Su padre, el gran mago Orcot, el más respetado de la Comarca y del cual había heredado muchos de sus talentos estaba muy orgulloso de él al igual que Asún, su sabia madre, la consejera mayor que disfrutaba con cada una de sus bellas acciones. Todo era felicidad en Ezarat, la comarca donde vivían los más expertos magos del universo hasta que un día... Cuentan que Dambú, mientras practicaba diversos números de magia, solo, en su cuarto biblioteca, se hizo de pronto muy pequeñito, tan pequeñito hasta casi desaparecer, perdiendo además la voz. Por varios días nadie lo encontraba, sus padres lo buscaron por toda la casa y sufrían porque no entendían que había sucedido con su amado pinguinito. Lo buscaron por toda la comarca, preguntaron a todos sus amigos de diversas partes del mundo si Danbú se encontraba con ellos. Hasta los animales y plantas fueron interrogados, pero nadie sabía que había pasado. Recurrieron a los más antiguos libros de magia para encontrar una respuesta y nada. Los más eximios magos no podían ayudar al gran Mago y a Asún. Todo era muy extraño. Fue entonces que cada uno decidió buscar por su lado porque cada uno tenía una hipótesis diferente de lo que había sucedido pero nadie logro nada. Luego de muchas semanas de búsqueda infructuosa, Orcot reunió nuevamente a todos lo magos de la comarca para viajar a Ansad, la isla donde se retiraban los mejores magos de todo el universo para encontrar soluciones a los diversos problemas del universo, esta vez en busca de la solución a la desaparición de su hijo, quien era muy importante para todos en la comunidad pues debido a sus diversas habilidades y carisma era el gran maestro, el guía y el héroe de los más pequeños. Sus alumnos desde el día que no apareció más, lloraban desde que despertaban y sus lágrimas se convertían en brillantes con los que adornaban las ventanas, lloraban y lloraban porque además de su profesor era su mago favorito y su mejor amigo, y ahora ya no estaba para hacerlos reír con sus fabulosas presentaciones,. Todos amaban ir a la escuela desde que Danbú enseñaba porque aprendían muchas cosas tan fácilmente y no porque Danbú lo sabía todo sino porque que cuando no sabía algo, con ellos se ponía a indagar las respuestas y así aprendían juntos de innumerables maneras. Danbú se había convertido sin querer en el ideal de los pinguinitos más pequeños que siempre le daban muestra de sincero cariño sin cesar a través de un dibujo, una carta o cualquier regalo especial como el dado escarchado que le trajo su alumna Amila cuando cumplió el primer mes de clase con él. Lo querían todo y él también los quería. Cuando recordaban a Danbú habían mezclas de tristeza y mezclas de alegría. Un día cuando todos casi ya perdían las esperanzas de encontrarlo, su madre vio en su cuarto, que dentro de una cajita del color del mar debajo de su cama, brotaba una hermosa planta con 12 flores de distinto tipo y color. Era bella cajita en la que nadie había reparado durante tantos días en la búsqueda del Maguito. Era hermosa, su color daba paz. Y ni que decir de la plantita, pero ¿de dónde pudeo haber salido?, ¿Quién la habría sembrado? ¡Era tan hermosa! Cada flor tenía un color distinto y peculiar y cada vez que se la volvía a mirar cambiaba de color. Parecía que había sido regada cuidadosa y diariamente, ¿Pero por quién? ¿Con qué? ¿Por qué?. ¿Había nacido de la nada? Nunca habían visto nada igual en toda la existencia del universo. Nadie lo pudo explicar más aun sabiendo que nadie más que Orcoy y Asún vivían en ese mágico hogar. Asún, la madre de Danbú, un día en el que no dejó de llorar por horas, decidió sacar la tierna plantita al pequeño huerto familiar y la caja de donde había emergido aquella plantita tan bella decidió usarla para guardar todas las cartas, dibujos y regalos tan hermosos y puros que los pinguinitos le hacían a Danbú cada día esperando su retorno, porque ellos no aceptaban que no apareciese su maestro y amigo un día cercano. Unos decían que había logrado viajar a otra dimensión. Otros que se fue a la luna Lo cierto es que se crearon muchas historias alrededor de su desaparición y cada una más fantástica que la otra. Y así pasaba el tiempo y cada vez que su madre llenaba de regalos, dibujos y cartas, la caja marina del turquesa más bello que puede existir, en donde creció aquella plantita especial que crecía en el huerto, esta crecía un milímetro más sin que ella se diera cuenta, pues desde el día que desapareció su hijo no pensaba casi en otra cosa más que encontrarlo y abrazarlo como siempre lo había hecho. Sin embargo por un extraño motivo cada vez que abría la cajita sentía un aroma especial y distinto y se ponía a pensar en todo lo que había vivido con su pequeño Danbú y una sonrisa inmensa asomaba a su rostro y sentía cierta paz. Parecía escucharlo a veces, llamarla ¡Mamáaaaaaaaaaaaa! Luego de mucho tiempo, los magos elegidos volvieron de Ansad, todos los pinguinos de Ezarat estaban en la puerta del gran umbral principal de la comarca, emocionados, esperando las noticias que habían traído de aquel mágico lugar o a Danbú viniendo con ellos, pero al ver los rostros de los magos entendieron que en el viaje no habían logrado su cometido. Los rostros de todos se bañaron de lágrimas vivaces y luego cada uno decidió que debían continuar su camino con honor, en memoria del gran maestro y amigo que algún día volvería. Los años pasaron y los pinguinos pequeños crecieron y decidieron también hacerse magos y enseñar lo que Danbú les había enseñado con tanto amor y pasión. Las clases la daban en el cuarto de Danbú, que se había convertido en una especie de museo con las pertenencias del recordado pinguino que había desaparecido haciendo números de magia un día que ya no querían recordar, los maestros eran de otras comarcas vecinas y habían sido seleccionados por ser lo mejores de cada una de ellas. Todo continuaba aparentemente normal, hasta que luego de unos meses los magos se juntaron otra vez, esta vez para celebrar el cumpleaños de Danbú, invitaron para esa ocasión especial a todos los niños de la escuela y los padres y pasaron horas contándose anécdotas y recordando los números de magia favoritos de Danbú y ya casi para finalizar y antes de cantar el feliz cumpleaños Asún, la madre de Danbú y consejera mayor de la comarca trajo la bella cajita que encontró en el cuarto de su hijo para seguir llenándola de todos los presentes de sus queridos alumnitos y fue así que empezó a sacar una a una cada carta y cada regalo que por años habían traído a su hijo, frente a una enorme fotografía que adornaba la pared del ahora salón de magia. Se pasaron horas y horas revisando todo hasta que luego de leer la última carta, la ultima oración, la última palabra, la última letra y ver el punto final, vieron que el punto se movía, se movía, se movía y saltaba sin parar. Verú y Anjú, los mejores amigos de Danbú se fijaron extrañadísimos pero no entendían que estaba pasando hasta que le dijeron a Orcot que había salido a recibir a más invitados lo que sucedía. Entonces el gran Mago sintió latir muy fuerte su corazón y sacó raúdamente de su sombrero mágico la poderosa lupa dorada que le había heredado su padre. La colocó sobre el punto y al iluminarlo con la luz de la luna creciente pudo ver que el punto final no era un punto al final en la carta. ¡No! ¡No era un punto final! No era un punto lo que se movía y la carta allí no terminaba, continuaba, pero no leyó más, abrió los ojos tan grandes como dos soles rojos y gritó, grito desesperado ¡Danbú! ¡Danbú! y Danbú debajo de la lupa saltaba agitando sus brazos, riendo, feliz, porque al fin y sin necesidad de magia alguna sino solo con amor y más unidos que nunca, todos reunidos por fin, por fin podían verlo. Nunca estuvo lejos, siempre estuvo allí entre cartas, dibujos y obsequios, creando nuevos y fantásticos números de magia, en secreto. Ahora era momento volver y crecer, crecer y crecer...

Autora: Ketty Maritza Gómez Alarcón
Peruana.


GIA LA NIÑA DE PAPEL



GIA "LA NIÑA DE PAPEL"

"La vida, tiene el color que tú le des, acuérdate de escoger bien los colores" Anónimo.

A Gía le gustaba vestirse de colores: de cielos, de arcoiris, de prados, de bosques, de glaciares, de mares, de playas, de montes, de flores, de piedras preciosas, de sombras, de sierra y de constelaciones. Nadie sabía  mucho de ella, pero  Gía era especial, ella conocía el secreto de la luna, del sol y de cada estrella incluso de aquellas fugaces, de cada grano de arena, de cada gota de mar y de la brisa mañanera; amaba la delicadeza y también la intensidad de las cosas, era impredecible y certera a la hora de amar a todos los seres del planeta. Cuando estaba de fiesta se vestía de risa y olía a tierra besada por la lluvia de la selva de donde provenía. Su sangre turquesa corría cual torrentoso Amazonas en sus fuertes venas.

Gía era hermosa, sus labios tenían el rojo carmesí de las rosas, su piel de papel era suave y cambiaba de color con cada latido de su corazón, tenía el cabello tan largo como la cabellera de una catarata azul turquesa, sus ojos brillaban de amor. 

Gía era de papel y podía pintarse de la cabeza a los pies, de manera diferente en cada amanecer... le gustaban también los  tonos diversos del invierno, del otoño, del verano y de la primavera. 

Cuentan mis abuelos que un día, Gía, quiso vestirse de todos los colores a la vez, y se propuso viajar por todo el mundo para obtenerlos todos, para eso cortó cuidadosamente cada uno de sus vestidos que también eran de papel y construyó un globo aerostático enorme para viajar cómodamente por todos los países de los cuales iba a tomar en cada uno un color para su gran paleta mágica. ¡Gía se emocionaba, estaba tan feliz!  

Cuando le tocó partir, sus amigos le entregaron una cajita de su color favorito. ¿Adivinan cuál es?, no se preocupen, lo descubrirán. La cajita era hermosa, tenía en la tapa el sello de la luna, resguardada por diminutas estrellas que la iluminaban en la oscuridad, además de servir para guardar la esencia de todas las cosas que viera, le serviría también de lámpara cuando lo necesitase. Era mágica también y estaba cubierta de papel de seda tornasol. 

Gía, conoció casi todos los países, en cada uno de ellos dejaba una ofrenda: un barquito de papel, un avión, una flor, una estrella y luego tomaba el color que ella quería. Casi su paleta estaba llena cuando decidió descansar en Venecia luego de mirar desde el cielo a las traviesas góndolas vienesas que mecían su mirada al compás de un tierno blues, entonces abrazó su deseo y soñó que era de colores y de arena... 

Cuando despertó Venecia ya no estaba, y su globo se bamboleaba feroz encima de un desierto abrasador, se frotó los ojos y ya no quiso llorar porque estaba a punto de hacerlo (cuando ella lloraba, la lluvia también solía hacerlo) cuando vio el hermoso el dorado de las dunas que quiso tomar y no encontró su paleta. Le entró una gran desesperación y cambiaron de color sus mejillas, ya no eran  rosas intensas, palidecieron y tomaron el gris de unas sombras. Su viejo reloj tampoco estaba, no tenía brújula ahora y pensaba y pensaba. ¿Qué pasó? ¿Qué ocurrió? ¿Qué cambió? No había explicación, ¿tantas horas durmió? ¿quién cortó la soga que ella había amarrado a un puente si ya era de noche y todos dormían? Trato de recordar lo que había visto antes de quedarse dormida. No halló la razón. Hasta que un cactus llorón le contó que la noche le avisó, que sorprendida por tanta luz en Venecia lanzó un rayo que cortó la soga de trenzas, hecha de sus propios cabellos, de un globo de colores que resplandecía a lo lejos unida a un puente hacía unas horas. Gía quiso volver a  aquel lugar, pero recordó que debía avanzar y regresar a su hogar y permitió que su tristeza honda la hiciera llorar, lloró, lloró tanto que la lluvia ya no la acompañó esa vez, pues no era necesaria, ella sola regaría con sus lágrimas aquel desierto gigante. Cuando por fin dejó de hacerlo, el desierto se había convertido en un oasis precioso rodeado de un gran jardín con flores de todos los colores. Su corazón no pudo más y floreció en sus labios la sonrisa más bella que jamás se había visto, fue entonces cuando las más hermosas auroras boreales pasaron a saludarla y entonces se despidió de sus cuitas para emprender otra vez su viaje. Caminó por horas en el interior de su globo mientra este se internaba en el bosque y fue así que nuevamente el sueño la abrazó y despertó en unos meses en una playa rodeada de bellas caracolas, abrió sus grandes ojos y a lo lejos vio incrédula  que las olas traía la mágica paleta con todos los colores del planeta, era maravillosa, realmente hermosísima y volvía a sus manos con su nombre grabado: Gía "La niña de papel", en azules turquesas. <3      


Para Angie: "De espíritu indígena, inviernos, azulturquesas y especias bonitas. Con los pies bajo la lluvia."

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Ketty Maritza Gómez Alarcón
Peruana